Todo el mundo es bueno

En el mundo del caballo hay una transformación en marcha, una auténtica revolución, que replantea nuestro trato hacia los caballos. Revisar la forma en la que hacemos las cosas es siempre algo muy positivo, pero frecuentemente nos lleva a encarnizadas discusiones y debates enfrentando unas posturas con otras, unas técnicas con otras y, a menudo, unas personas con otras. Cuando todos buscamos lo mismo: el bienestar del caballo.

No conozco a nadie que maltrate intencionadamente a su caballo. Sí conozco multitud de buenas personas con cuyos sistemas de entrenamiento no coincido. Yo misma he ido variando muchísimo a lo largo del tiempo mi forma de tratar a mi caballo, y lo único que ha permanecido constante son mis sentimientos. Siempre he sentido que estaba haciendo lo mejor para él.

Todos maltratamos a nuestros caballos con la mejor intención.

Porque no nos damos cuenta, porque estamos insensibilizados. No es que seamos malas personas, es como nos han enseñado que hay que hacerlo. ¿Quién no le ha puesto nunca una cabezada y un ramal a un caballo?. El recorrido entre las cosas “muy bien hechas” o “muy mal hechas” es enorme, y casi todos estamos en algún punto del camino.

Y digo camino porque el proceso de “sensibilización” es personal, lento, continuo en el tiempo. No es fácil, pues implica despojarnos de nuestros miedos e inseguridades, y eso cuesta. Pero cada paso no tiene vuelta atrás. Cada uno lo debe vivir a su ritmo, dependiendo de sus circunstancias vitales, su educación, sus conocimientos, su carácter. No se puede exigir a otro que haga el camino a nuestro ritmo, ni creernos mejores personas que los que van “más atrás”. Ni siquiera es un camino lineal. El tiempo es limitado, y mientras unas personas priorizan unos aspectos, otras lo hacen otros. Ni se produce siempre a la misma velocidad: hay momentos en la vida en los que avanzas mucho, y otros en los que necesitas un tiempo para descansar y asimilar.

Lo bueno es que a medida que avanzas, cada vez resulta más fácil. Al principio, con cada paso que damos, sufrimos, pues al ser conscientes de lo que estábamos haciendo, nos sentimos culpables. Es realmente desmoralizante (hablé de ello hace años en el artículo “Si yo fuera mi caballo, me despediría”). Pero de nada sirve culpabilizarnos a nosotros, ni a los demás. Personalmente, cuando más quito, más veo, así que he decidido perdonarme la vida y ver los cambios como un paso a mejor. Sencillamente, pienso en lo contento que estará mi caballo de que por fin me haya enterado de eso.

Fotografía Paula Barco

Frecuentemente caemos en la actitud del “ex” (como el ex-fumador que no soporta el tabaco). Cuando acabamos de dar un paso en un sentido, nos cuesta entender que no todo el mundo vea las cosas como nosotros, que no entiendan que hay otra manera mejor de hacerlo, que no tomen la decisión tan evidente (olvidando el tiempo que nos ha costado a nosotros tomarla). Y nuestra carga de agresividad les pone a la defensiva. A nadie le gusta que le llamen “maltratador de caballos”, ni le digan cómo hacer las cosas. Son conclusiones a las que debemos llegar por nosotros mismos, y respetar los ritmos ajenos.

Es necesario separar las técnicas de las personas. Otro error común es que perdemos la objetividad, y caemos en la valoración de “bueno” o “malo”, valoración que se traslada automáticamente a las personas que actúan de esa manera. Aquí no hay blancos y negros, personas “buenas” o “malas”, mejores o peores, sino un mundo de matices y posibilidades. De la misma manera, conviene evitar sentirnos criticados cuando otros exponen otra manera de hacer las cosas, pues nos hace rechazarlas y nos impide aprender y avanzar.

¿Y los caballos? No sentirnos culpables no implica que nos sacudamos alegremente nuestra responsabilidad de encima, pues el caballo está al otro lado recibiendo nuestros actos, independientemente de cuales sean nuestros sentimientos. Es por eso, por lo que decimos amarlos, por lo que merece la pena hacer el esfuerzo de formarse, cuestionar lo que hacemos, buscar formas alternativas de hacer las cosas y no cerrarnos cuando alguien las plantea. Yo diría: asimila todo lo que puedas, aporta a los demás sin crítica, y sigue tu camino.

3 comments

  • Pilar

    Está bien darse cuenta,que los animales son seres sintientes, a los que deberíamos mirar como aún igual.
    Olvidar los juicios nos haría crecer. Como bien dices, vamos aprendendiendo en el camino;aunque no debemos olvidar que todos, hasta los que decimos que tenemos con los caballos un trato de amistad, absolutamente todos, sometemos al caballo, en el momento que adquirimos uno y le ponemos cercas.
    El perímetro de las cercas, no tiene importancia, pues no puede sobrevivir sin que el hombre le aporte alimento.

  • Dolo

    Hace muy poco tiempo tuve un conversación que me hizo abrir los ojos y lograr “empatizar” con el maltratador. Verás, una persona me hizo ver que en la sociedad, nosotros los humanos, apredemos a base de castigos, a base de has hecho esto mal y yo te doy un tortazo, has hecho un mal comentario, yo te agredo verbalmente etc etc…estamos acostumbrados a la enseñanza por el medio negativo y somos poco dados a felicitar cuando algo se hace bien ¿entonces con un animal tan fuerte como a un caballo, como vamos a hacer? una reflexión a como nos comportamos con los humanos, puede ayudar no solo a los caballos, si no a todo ser sintiente.

  • Marta Lorenzi

    Si, en realidad somos víctimas, pero eso da para otro artículo…

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